Levante
la mano a quien no le gusta el cambur… no te rías y levántala con orgullo si
amas tanto esa fruta prohibida, como yo.
¡Si,
fruta! ¿En que estabas pensando?
El
cambur es una fruta muy especial, su olor, su textura y sabor dulce son
inconfundibles.
![](http://2.bp.blogspot.com/-jG7Djr0cOEE/UbErLsxOqXI/AAAAAAAAAJU/6qUVqw1Kciw/s200/cambur3.jpg)
No
solo es el aliado perfecto para los deportistas, por aquello de “subir el
potasio”, sino también para los más pequeños quienes suelen ser apáticos
ante vegetales y frutas en sus inicios,
pero que gracias a su sabor “se deja colar” como un “postrecito” mas.
Por
si fuera poco, en Venezuela se consiguen varios tipos de cambur, entre ellos el
manzano y el titiaro (vienen recuerdos de mi infancia, cual el comensal de
la película Rataouille)
¡Pero ALERTA, ALERTA! Si bien el cambur es vital para una dieta
sana, esta fruta contiene tres azúcares naturales: sacarosa, fructosa y glucosa,
y evidentemente su consumo en exceso puede ser contraproducente para aquellas
personas que tienden a engordar. Es recomendable comer la mitad del cambur en
la merienda, si este es del tamaño promedio, y preferiblemente en la mañana, no
en las meriendas de la tarde o noche.
Pero, no precisamente cito
las maravillosas propiedades del cambur para iniciar una dieta de
nutricionista, por el contrario, es mi antesala a algo maravilloso que me ocurrió
el pasado miércoles en el cumpleaños de un familiar en donde comimos muy rico, pero el momento glorioso fue cuando el mesonero acerco la tradicional torta
para cantar “el cumple”, tamaño familiar
y con una “fisionomía” nunca antes vista por mi tratándose de una “torta de
cambur” o como prefiero llamarla de ahora en adelante “la señora marquesa de
cambur” … pero esto lo dejare para otro post, porque este postre amerita una
real alabanza.